Desde el inicio de la humanidad, las guerras y enfermedades arrasaron con poblaciones enteras. Pueblos originarios y sociedades hasta mediados del siglo XX.
Viruela, poliomielitis, sarampión o rubéola alemana, difteria, pertusis o tos ferina, cáncer cervical, hepatitis B, paperas, neumonía, rubéola, tétanos y enfermedades diarreicas provocadas por Rotavirus, son algunas de las responsables de altas tasas de mortandad.
Aunque cueste entenderlo, la única manera de detenerlas es la inmunización producto de la vacunación sistemática.
La postura del movimiento social antivacuna, que busca desvalorizarlas, generó polémica, preocupación y se instaló como tema de debate.
En la actualidad vivir sin vacunas es impensable, evitan enfermedades, secuelas e incluso la muerte.
Las vacunas son como un chaleco protector contra todas las enfermedades, las madres no dudan en cumplir con el calendario obligatorio, porque saben que es la manera más efectiva de proteger a sus hijos.
Pero, ¿es válida esa confianza? En los últimos años surgió una nueva corriente social que cuestiona las vacunas y predica efectos colaterales como, por ejemplo, el autismo.
Diego Fontana, biotecnólogo y doctor en Ciencias Biológicas de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas en la Universidad Nacional del Litoral (FBCB-UNL) afirma que “las vacunas que forman parte del calendario de vacunación en nuestro país son muy seguras y efectivas. Es importante saber que para aprobar su uso en seres humanos deben someterse a distintos procesos y análisis que confirmen su seguridad. Estos estudios son evaluados por las entidades regulatorias correspondientes antes de ser aprobadas. En Argentina ese rol de control lo cumple la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT)”.
Carolina Veaute, investigadora y especialista en inmunología de la FBCB-UNL, advirtió: “De ninguna manera debe detenerse la vacunación, aunque tengamos la percepción de que una enfermedad está casi erradicada, los agentes patógenos todavía se encuentran en la población y si el número de personas infectadas es bajo, no hay dudas de que se debe a la efectividad de la vacunación. Por otra parte, pensemos qué sucedería en una población no vacunada si llegan viajeros de otros lugares del mundo que sean portadores del agente patógeno. Esta infección se transmitiría rápidamente en la población no protegida”.
Carolina Cudós, infectóloga responsable de la Dirección Provincial de Promoción y Prevención de la Salud del Gobierno de Santa Fe, agregó que “la vacunación significa una protección personal que se traduce en una menor susceptibilidad individual a la infección, la inmunidad colectiva constituye una protección que se manifiesta en una reducción de la infecciosidad en toda la población. La alta cobertura en la comunidad produce una reducción de la circulación del agente infeccioso y consecuentemente, del riesgo de infección. Esta protección se logra con el calendario nacional de vacunación obligatorio, que garantiza a todos los individuos del país el derecho a las vacunas”.
Los defensores de la suspensión vacunatoria ponen el eje en los presuntos efectos secundarios, nocivos y de largo plazo que provocaría la inoculación de las vacunas. Aseguran que las vacunas no son necesarias porque no sólo se han mejorado las condiciones de higiene y saneamiento, sino que éstas son insumos promovidos por la industria farmacéutica para ganar dinero.
En 2017, 1500 personas se han contagiado de sarampión en Europa. La reaparición de esta enfermedad preocupa al mundo. “Sobre los efectos postvacunación podemos decir que se deben a la respuesta inflamatoria que se producen en los primeros días luego de la inoculación (dolor, enrojecimiento, fiebre, dolores osteoarticulares). En la mayoría de los casos, esta respuesta es un indicio de que la vacuna está generando una respuesta que será protectiva a futuro, cuando la persona se enfrente con el agente patógeno natural”, especificó Veaute.
“Las vacunas son altamente seguras, es la primera cualidad que debe tener una vacuna, además de ser eficaz. La mayor parte de ellas se administran durante los primeros años de vida, cuando los niños son más vulnerables a ciertas enfermedades y pueden manifestarse algunos problemas de salud. Por lo tanto, hay una alta probabilidad de que ocurran eventos de diversa naturaleza que coincidan y se asocien con la vacunación en forma sincrónica, pero que no necesariamente sean provocados o desencadenados por ésta. Muchas de las vacunas presentes en el calendario argentino tienen más de 30 años de uso y no se han evidenciado efectos a largo plazo”, aseveró la doctora Cudós.
Fontana, quien actualmente trabaja en una vacuna para la hepatitis B, enfatizó: “se formulan muchas cosas que no son verdad y generalmente las redes sociales se prestan con mucha irresponsabilidad a esa difusión. Hay blogs de pseudocientíficos donde se opina sin sustento, debemos ser conscientes, o deberíamos estarlo, de que las vacunas son necesarias”.
“La vacuna de la hepatitis A, luego de dos años de su incorporación al calendario nacional en el año 2005, generó una inmunidad que logró que no haya más trasplantes hepáticos debido a dicho virus. Asimismo desde 2012 se redujeron un 50% las internaciones por neumonía gracias a la vacuna contra el neumococo, y ese mismo año se incorporó la vacuna contra la tos convulsa para embarazadas, logrando reducirse un 82% las muertes de bebés por esta causa, gracias a los anticuerpos que transfiere la madre al bebé”, comenta Andrea Uboldi, subsecretaria de Primer y Segundo Nivel de Atención en Salud del Ministerio de Salud de Santa Fé, al visualizar la efectividad de la vacunación programada.
Si un porcentaje de personas dentro de una comunidad es vacunado contra una enfermedad en particular, todo el grupo se vuelve menos probable de contraerla. Es como si un grupo de centinelas provistos de escudos rodeara a un grupo de gente, esta protección se llama inmunidad de la comunidad, o “efecto rebaño”.
Pulmotor: grandes maquinas que permitian respirar cuando la poliomielitis afectaba el control muscular . Era una forma de respiracion mecánica |
En 1983 Argentina fue pionera en establecer la vacunación obligatoria y gratuita como bien social colectivo mediante la Ley Nacional 22.909, con uno de los calendarios de inmunización más completos en comparación con los países de la región y el mundo.
El Artículo 11 especifica que las vacunaciones son obligatorias para todos los habitantes del país y que deben someterse a las mismas de acuerdo a lo que determine la autoridad sanitaria nacional. A su vez precisa que “los padres, tutores, curadores y guardadores de menores o incapaces, son responsables, con respecto a las personas a su cargo”.
Del no cumplimiento de esta responsabilidad ciudadana se detalla en el Artículo 18: “La falta de vacunación oportuna en que incurran los obligados por el artículo 11 determinará su emplazamiento, en término perentorio para someterse y/o someter a las personas a su cargo, a la vacunación que en cada caso corresponda aplicar, sin perjuicio, en caso de incumplimiento, de ser sometidos los obligados o las personas a su cargo a la vacunación en forma compulsiva”.
Niños afectados por poliomielitis |
Cumplir con el calendario de vacunación obligatoria es una de las primeras decisiones importante como padres.
Desafortunadamente hay mucha información confusa a nuestro alrededor. Es importante cuestionar lo que se lee y se oye, y verificar la fuente de procedencia.
La inmunización es la forma más importante de proteger a los más pequeños de enfermedades graves, por lo que su vacunación es sumamente importante, especialmente porque no hay alternativas efectivas.
Todos debemos estar conscientes de que las vacunas evitan enfermedades, secuelas o muertes.
Universidad Nacional del Litoral - Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas- Octubre de 2017
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