jueves, 30 de marzo de 2017

PANCREAS ARTIFICIAL

CONTROL DE DIABETES TIPO 1 


Cuando las células beta del páncreas se destruyen en forma autoinmune y metabólica, el organismo acumula glucosa en la sangre. 

Por esto, la insulina, hormona encargada de regular este proceso, se encuentra ausente en el cuerpo e impide el ingreso del azúcar en las células. 

Este déficit dificulta la producción de energía en las mitocondrias (verdaderas usinas energéticas donde se transforma la glucosa en energía vital), impidiendo realizar las actividades cotidianas. 

Suele diagnosticarse en niños y jóvenes. La ciencia esta abocada en encontrar una respuesta con el proyecto internacional “páncreas artificial”. En él participan universidades de EE.UU, Europa y también de la Argentina. 


Patricio Colmegna, se graduó en Ingeniería en Automatización y Control en la Universidad Nacional de Quilmes  (UNQ), en 2011 y se doctoró en Ingeniería, en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), bajo la tutela de Ricardo Sánchez Peña (repatriado por el Programa Raíces). 

El ingeniero y doctor, trabaja en un algoritmo para precisar el suministro de insulina en pacientes con diabetes tipo 1. Es un modelo matemático que describe comportamientos, con  las características particulares de cada paciente y  decide cuánta insulina se debe inyectar. Se ubica en un teléfono celular especial con conexión a Internet. 

El desarrollo es de gran importancia, ya que los pacientes de diabetes tipo 1 deben realizarse 8 pinchazos diarios, los 365 días del año, año tras año. El dolor en las yemas de los dedos es considerable, se pierde la sensibilidad y condiciona cualquier trabajo manual. 


“Queremos que los pacientes puedan despreocuparse de la enfermedad, al menos por un rato”, aclara el joven investigador. 

El proyecto “páncreas artificial” es adoptado internacionalmente por diversos grupos. En este momento “todos los estudios al respecto se circunscriben a los pacientes con diabetes tipo 1 y las mediciones vinculadas al control de glucosa en sangre”, informa Colmegna.  


“Este tipo de personas no poseen un páncreas capaz de regular el nivel de insulina que debe liberar, las tecnologías tratan de suplir este aspecto”, explica el ingeniero. 

El dispositivo consta de 3 elementos:  un celular, que posee un algoritmo de control que decide la cantidad de insulina, que está conectado, por bluetooth, a un sensor que el paciente tiene en el cuerpo (que mide la glucosa) y, por último, la bomba de insulina, que se ocupa de inyectar las unidades solicitadas. En ello se basa el circuito que mide, decide la cantidad y luego suministra la insulina. 


El algoritmo de control, “es un modelo matemático que describe comportamientos, que tiene en cuenta las características particulares de cada paciente y, en función de ello, decide cuánta insulina se debe inyectar. Y se ubica en un teléfono celular muy particular, que no posee las funciones de uno común y corriente. Sin embargo, tiene conexión a Internet porque permite, por ejemplo, que un médico monitoree los resultados parciales de forma remota”, especifica el científico

El desarrollo presenta dos etapas. En noviembre se realizó la primera. Se hicieron pruebas clínicas en el Hospital Italiano de Argentina pero con un algoritmo diseñado por científicos de la Universidad de Virginia. 

“Nuestro equipo estuvo presente, y todos pudimos observar en un monitor cómo se comportaba la concentración de glucosa en cinco pacientes de modo simultáneo”, afirma el doctor Colmegna.  

Y completa, “Las personas con diabetes tipo 1 responden a parámetros que nos ayudan a diseñar sistemas ajustados y precisos. Por ejemplo, se tienen en cuenta factores como el peso y la insulina total diaria (TDI, por sus siglas en inglés). Se trata de individuos que necesitan un control sostenido de por vida y que, en la mayoría de los casos, tienen una vasta experiencia en el control de su glucemia”.  

“En la segunda etapa que tendrá lugar recién el año que viene. Durante marzo y abril vamos a realizar las primeras pruebas piloto con pacientes. Son instancias que duran unas 36 horas y son muy costosas porque demandan infraestructura y personal”, pronostica el galardonado investigador. 


El algoritmo, desarrollado en nuestro país, a diferencia del de Virginia, además de modular la insulina basal genera la inyección de bolos de insulina cada vez que se ingieren alimentos.

Habitualmente, los pacientes se inyectan unos 15 ó 20 minutos antes de almorzar o cenar. De este modo, se busca que exista un nivel alto de insulina en el instante en que la glucosa aumenta. En nuestro control ese anticipo no es posible, por lo que implica un desafío aun mayor. 

La propuesta es generar un bolo grande que no produzca hipoglucemia a posteriori, es decir, que actúe rápido, pero que no sea agresivo. Supone liberar a los pacientes diabéticos, que están acostumbrados desde siempre a férreos controles y vigilancias. “Queremos probar nuestro sistema, con el objetivo de reducir la carga que implica la enfermedad”, concluye Colmegna. 

Este es sólo el primer paso, este tipo de sistemas automáticos aún requieren ajustes significativos antes de considerar su uso en la práctica Clínica. 

De izquierda a derecha y de arriba a abajo, los doctores del Hospital italiano, Valeria Beruto, Ventura Simonovich, Waldo H.Belloso y Paula Scibona; el ingeniero de la Universidad de Quilmes Patricio Colmegna; los doctores ingenieros de la Universidad de La Plata Fabricio Garelli y Hernán de Battista; el asesor principal del proyecto, de la Universidad de Virginia EE.UU, el Doctor Daniel Cherñavvsky; el Investigador clínico principal, el Doctor Luis Grosembacher; el Responsable Técnico Principal, el Doctor Ricardo S. Sánchez Peña y la Doctora del Hospital Italiano Cintia Rodríguez posan durante la presentación del primer estudio clínico del páncreas artificial este 22 de noviembre de 2016, en Buenos Aires (Argentina), elaborado por centro de investigación médica en colaboración con hospitales de varios países de Europa y centros estadounidenses. EFE


UNQ - Departamento de Ciencia y Tecnología- Hospital Italiano-Marzo de 2017 

jueves, 23 de marzo de 2017

BACTERIAS PROBIOTICAS

VIVIR MAS Y MEJOR 

Los seres humanos nos empeñamos en alargar la vida. Buscamos constantemente cómo vivir más tiempo. Sin duda, lo ideal es mejorar cómo se vive ese tiempo que tenemos destinado, manteniendo la vitalidad. 


En la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y en conjunto con el CONICET, un grupo de científicos descubrió que la bacteria probiótica  Bacillus subtilis podría retardar el envejecimiento, prolongar la vida humana y mantener la vitalidad, a través de la colonización del intestino. 

Partiendo del conocimiento que se tiene sobre los probióticos, esta bacteria produce un efecto beneficioso sobre la inmunidad innata (células y mecanismos que actúan como primera línea de defensa con una respuesta inmediata, (de minutos o a lo sumo horas), pudiendo reconocer una amplia variedad de patógenos). Defienden al individuo de infecciones no específicas, brindando protección contra el desarrollo de enfermedades infecciosas, neurodegenerativas e incluso el cáncer. 



El director del estudio, Roberto Grau, afirma: “Ahora comprobamos que este probiótico también es capaz de prolongar la vida. De una expectativa de vida promedio a nivel mundial de 80 años, se podría pasar a una de 120 años de forma saludable”

Como todo Bacillus, esta bacteria Gram Positiva, tiene la particularidad de formar endosporas –estructuras de resistencia, que pueden soportar altas temperaturas, desecación y el paso del tiempo y ser viables cuando se presentan las condiciones adecuadas- que al instalarse en el intestino, lo colonizan formando un biofilm sobre la mucosa intestinal. Este tapiz confiere un aumento de la inmunidad innata del hospedador, neuroprotección y aumento de la longevidad. 


Los estudios se realizaron sobre el gusano Caenorhabditis elegans. Las vías regulatorias del envejecimiento de este animal se presentan conservadas a lo largo de la evolución y  son las mismas que las de los seres humanos, explicaron los científicos del Laboratorio de Microbiología de la Facultad de Ciencias Bioquímicas de la UNR donde se realizó la investigación. 

Además, fueron hallados los genes para producir este efecto y la comunicación célula a célula entre la bacteria y sus predadores. “Los genes afectados están relacionados con dos procesos que regulan el envejecimiento: uno es el camino que depende de la insulina y el otro es el fenómeno de la restricción calórica”, aclara el investigador. 

“Durante treinta años de investigaciones, fuimos recorriendo una trayectoria con esta bacteria y actualmente seguimos haciendo la investigación básica, pero paralelamente buscamos las aplicaciones de esos descubrimientos para mejorar principalmente la calidad de vida de las personas”, afirma el Dr. Grau, Profesor de Microbiología de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la UNR. 

"De manera resumida, el proyecto consiste en clonar, expresar antígenos y/o  adsorber polisacáridos antigénicos de diferentes patógenos en la superficie de la membrana de B. subtilis. Así estas esporas al germinar en las mucosas (intestinales o vaginales) expresarán y exhibirán esos antígenos de patógenos al sistema inmunológico de la persona y ésta desarrollará defensas contra ese patógeno en particular, es decir será inmune puesto que estará vacunado contra tal o cual enfermedad”, afirman desde la universidad. 

Así se espera contribuir a resolver los problemas de las vacunas actuales, como son la necesidad de infraestructura básica, cadena de frío para mantener la estabilidad de la vacuna, equipamiento, (al menos agujas y jeringas), y dosis de refuerzo. 


“Estos y otros contratiempos van en contra de una inmunización global y persistente contra enfermedades nuevas y re-emergentes como la tuberculosis.  Las esporas probióticas podrían resolver estos problemas: no requieren refrigeración, ni pinchazos, al consumirse en el alimento (mate, café, galletitas, barras de cereal, jugos, etc.) o aplicarse en geles o pomadas nos estaríamos vacunando al mismo tiempo contra una o varias enfermedades a la vez (vacuna polivalente)” enfatiza el microbiólogo. 

“Trabajamos con un gusano que mide menos de un milímetro pero que tiene la particularidad de que los genes que regula su longevidad, su supervivencia, son homólogos a los genes que regulan el envejecimiento del ser humano”, concluyó el especialista. 

Existen antecedentes de que el consumo de ciertos alimentos que contienen este probiótico, tiene un efecto beneficioso en prolongar la vida. 

Una de las primeras observaciones se realizó en 1903 sobre las poblaciones de Los Cáucasos. Allí la expectativa de vida era de 45 años pero había personas que vivían más de 100. Una investigación relacionó la causa al consumo de una leche fermentada. 


En Japón, se consumen alimentos naturales como brote de soja fermentado con la bacteria Bacilus subtilis que se cree que causaría un efecto beneficioso. Este grupo de personas tienen índices de longevidad por sobre el promedio mundial. 


Natto- brotes de soja fementados
con B.subtilis
En virtud de que hay una amplia gama de alimentos y bebidas en los que se podría agregar el probiótico, los investigadores desarrollan alimentos y golosinas con esta espora que tendrían que llegar al mercado en tres años aproximadamente. Es necesario incorporar el probiótico al Código Alimentario Argentino, según explica Grau. Este tipo de esporas ya fueron aprobadas en Estados Unidos. 


Los integrantes del equipo se preguntaron hace dos años y medio, al comenzar los estudios, si un probiótico podía producir un efecto extra a una persona sana, es decir si era posible retardar la muerte o alargar la vida de manera saludable, manifiesta el doctor Grau. 

“Esto en humanos es muy difícil de estudiar y uno debe esperar décadas Por ejemplo, los estudios que se hacen en monos tardan 40 o 50 años para saber si hubo efectos beneficiosos. Por ello, se buscan modelos animales más sencillos de estudiar pero asemejables a lo que ocurre en un humano”, expresa el científico. 


El equipo que desarrolló este trabajo está conformado por los científicos Verónica Donato, Facundo Rodríguez Ayala, Sebastián Cogliati. Carlos Bauman, Juan Gabriel Costa y Cecilia Leñini, dirigido por el investigador independiente de la Facultad de Ciencias Bioquímicas de la UNR, Roberto Grau.


UNR - Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas- Marzo de 2017

jueves, 16 de marzo de 2017

AEDES EN BUENOS AIRES

Y QUIERE QUEDARSE 

El mosquito Aedes aegypti se ha instalado en nuestra ciudad. 

Es frecuente asociarlo con el cambio climático, pero existen nuevas hipótesis sobre su adaptación a climas templados. 

Un grupo de investigadores, estudió la abundancia del mosquito en 200 sitios de Buenos Aires a lo largo de 16 años. Si bien en un principio fue relacionado con la variación en el clima, la cantidad creciente del insecto podría deberse a otras causas. 

Sylvia Fischer, es investigadora del Grupo de Estudio de Mosquitos (GEM) del Instituto de Ecología, Genética y Evolución, perteneciente a la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires - UBA y al CONICET.

Después de haber sido erradicado de la Argentina y sus países vecinos, el mosquito transmisor de los virus Dengue, ZikaChikungunya y de la fiebre amarilla urbana, reapareció en Misiones y Formosa en los años ’80 y, en 1995, se detectó nuevamente en la Ciudad de Buenos Aires. 

A partir de allí, la colonización de la gran ciudad ha sido incesante y, de acuerdo con los resultados de un trabajo científico que acaba de publicarse en el Bulletin of Entomological Research, va en aumento. 


“Estudiamos doscientos sitios que abarcan toda la ciudad de Buenos Aires durante dieciséis años, entre 1998 y 2014, y encontramos que, a lo largo de ese período, cada vez hay más abundancia del mosquito y, también, que cada año el número de lugares en donde se detecta su presencia es mayor”, informa Fischer. 

“Si uno acumula todos los años que analizamos, comprobamos que el mosquito estuvo al menos una vez en todos los lugares estudiados, lo que significa que ya colonizó toda la ciudad”, explica la científica. 

Los resultados del trabajo muestran un hecho muy preocupante: “Hace dieciséis años teníamos alta abundancia del mosquito recién a fines de enero o principios de febrero, y ahora tenemos abundancias altas desde mediados de diciembre. Es decir, se amplió en más de un mes la ventana de tiempo en la que hay alto riesgo epidemiológico”, subraya Fischer, y aclara: “Si no hacemos nada, esto empeorará, no es que queda igual”. 


Este mosquito es originario de climas tropicales, por eso existen pocos grupos de investigación en el mundo que analicen la dinámica del Aedes aegypti en climas templados, como el de la Ciudad de Buenos Aires. 

“En casi ningún lugar del mundo tienen tantos datos de tantos años en climas templados”, comenta Fischer. 

La realización de este trabajo -que también firman María Sol De Majo, Laura Quiroga, Melina Paez y Nicolás Schweigmann- tuvo la colaboración del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en un convenio que mantienen desde 1998. 

Los datos están conformados por el número de huevos depositados por las hembras del mosquito en cada una de las “ovitrampas” distribuidas por toda la ciudad. “Estas trampas sirven como sensores de oviposición para detectar la puesta de huevos, pero no para capturar mosquitos, y no representan ningún riesgo para los vecinos”, aclara Fischer. 

Cada semana, los científicos recorren más de 200 kilómetros para recolectar los sensores y remplazarlos por otros nuevos. “Para este trabajo en particular, no tomamos en cuenta el registro del número de huevos, sino la presencia o ausencia de los mismos en cada ovitrampa”, consigna. 

Así, construyeron una base de datos que contiene las semanas en que los sensores tenían huevos (“semanas positivas”) en cada sitio en estudio y para cada año. 


“En 1998, durante el pico máximo de mosquitos, el 40% de las ovitrampas fueron positivas y en 2014 ese número creció al 80%”, afirma la investigadora. 

Con esta información histórica, en estos días de marzo los porteños estaríamos conviviendo con el pico máximo de abundancia de mosquitos. 

El aumento de la temperatura y las lluvias puede favorecer la velocidad de desarrollo del Aedes aegypti pero, según los resultados del trabajo, el problema creciente no sería un cambio de las condiciones climáticas. 

“Analizamos los registros de temperatura durante el período estudiado y comprobamos que el número de ciclos de reproducción que podían completar las hembras en las distintas temporadas no cambió”, señala la doctora Fischer. 


“Tampoco la lluvia parece ser una explicación, porque tanto al comienzo como al final de nuestro monitoreo tuvimos años muy lluviosos y años muy secos”, añade la especialista. 

“Ni la temperatura, ni la lluvia, ni la combinación de ambas parecería ser una explicación”, completa la investigadora. La científica plantea dos hipótesis –no excluyentes- para explicar este fenómeno. Por un lado, que el estudio arranca cuando el mosquito estaba casi recién llegado a la ciudad: “Probablemente abarcamos la etapa de plena expansión”, indica. 


Por otro lado, Fischer propone una hipótesis preocupante: “Otra explicación posible es que el Aedes aegypti esté empezando a adaptarse para poder completar su ciclo de desarrollo a temperaturas más bajas, es decir, estaría pudiendo sobrevivir en condiciones que en otras partes del mundo no lo está haciendo. Eso lo estamos viendo a partir de una línea de investigación que iniciamos hace poco”, revela. “De hecho, lo hemos encontrado en San Bernardo, en Villa Gesell y en Dolores, lugares cuya temperatura media anual está varios grados por debajo de la de Buenos Aires”. 

Sin importar la causa biológica del crecimiento y expansión de la población de este mosquito, lo que queda en evidencia es que las medidas de control implementadas a lo largo de los años no funcionan. “Son todas medidas fragmentadas”, opina Fischer. 


Gran parte de la responsabilidad para frenar al mosquito le cabe a cada uno de los habitantes del Área Metropolitana de Buenos Aires, que deberían eliminar todos los elementos que puedan juntar agua: “El momento ideal del descacharrado es durante el invierno, momento en el cual sólo hay huevos y no hay mosquitos adultos. No obstante también es importante hacerlo ahora”, avisa la científica. 


Como si fuera poco riesgo la transmisión del Dengue, Zika y Chikungunya, ahora se agrega el de la epidemia de fiebre amarilla en Brasil, donde ya se notificaron más de mil casos y casi una centena de muertes debidas a esta enfermedad. Hace pocos días, en Paraguay se declaró la alerta sanitaria por la aparición de casos de fiebre amarilla. 

Distribución de sitios con actividad de Aedes aegypti
durante el inicio (izquierda: octubre-enero),
el pico (medio: febrero y marzo),
y el final (derecha: abril-mayo) de la temporada

“A principios del 2016, le mostramos a las autoridades recién asumidas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires los gráficos del aumento de abundancias, y seguimos trabajando con ellos durante todo el 2016 y continuamos haciéndolo”, comunica Fischer. 

UBA – FCEyN - Marzo de 2017 
 

jueves, 9 de marzo de 2017

INVASORES EN LA PATAGONIA

VISONES Y CASTORES: EL ABRIGO QUE NO FUE 

Introducir especies no nativas en cualquier territorio es sumamente peligroso. Mucho más si pueden adaptarse al entorno comiendo cualquier alimento. Al no tener depredadores pueden multiplicarse tranquilamente. 


El zoólogo Juan Manuel Girini es investigador de la Sección Ornitología del Museo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Junto a un equipo de especialistas viajaron a la Patagonia Argentina para estudiar el impacto del visón americano, (Neovison vison). 

El  animal exótico, se transformó en una verdadera amenaza para los ecosistemas sureños, poniendo en riesgo de extinción a distintas especies de aves acuáticas de la región. 


“Tras ser introducido en la Patagonia, y a medida que perdió valor como recurso para la industria de las pieles, el visón se escapó o fue directamente liberado de los criaderos, y comenzó así a dispersarse por toda la región”, explica Girini. 

El estudio científico busca medir el impacto de mamíferos  carnívoros, terrestres y acuáticos, que habitan todos los continentes. La mayoría son de dieta carnívora o son carroñeros, (mustélidos que  se asemejan a la marta). 


El visón americano afecta la población de las aves acuáticas. Se alimenta de prácticamente todo animal que encuentra cerca. Los estudios revelaron que hay especies que han disminuido su población, en especial las aves migradoras que suelen vivir en las proximidades del agua, como cauquenesmacaescisnes de cuello negro, patos y otras aves anfibias. 

Además consume todo tipo de peces, mamíferos, aves, crustáceos, insectos, y anfibios disponibles en el entorno. A su voracidad le suma una enorme facilidad para distribuirse por terrenos diversos como lagos, ríos y costas, adaptándose rápidamente a diferentes tipos de climas y regiones. 

“El nuestro es el primer estudio que se hace en la región sobre el impacto del visón americano en el ecosistema, y tiene gran importancia como justificación y prueba fáctica para que las autoridades tomen medidas de control sistemáticas sobre la población del visón, como la captura”, señala Girini y asegura: “Es la única manera de proteger a las especies locales que están gravemente amenazadas”. 

Esta especie “come tanto aves acuáticas como terrestres o paseriformes”, dice Girini. Al ser muy voraces, ponen en peligro la existencia de muchas especies nativas, de cualquier hábitat. 


El visón americano es pariente de hurones y comadrejas, y originario de América del norte. Fue introducido en la zona sur del continente durante la primera mitad del siglo XX por la industria peletera, y al liberarlos, se convirtió en una amenaza grave para las especies autóctonas, los hábitats o los ecosistemas, por su potencial colonizador y gran poder de adaptación. 


Vista del volcán Lanin-Pque.Nac.Lanin
“Es un depredador voraz como todos los mustélidos, y se encuentra muy adaptado a los ambientes acuáticos”, agrega Girini, quien investiga la población de visones americanos en la zona del Parque Nacional Lanín, en Neuquén, desde 2012, como parte de las tareas de doctorado, dirigidas por el experto Diego Montalti. 

“Para estimar la incidencia del visón en las poblaciones locales, estudiamos sitios en los que el mamífero no se encuentra y luego lo comparamos con los sitios en los que sí está presente”, lo que ofrece de manera precisa la forma en que afecta al ecosistema, manifestó el especialista, quien en la actualidad trabaja en la División de Zoología Vertebrados del Museo de la UNLP. 


Girini confirmó que “el visón depreda huevos, pichones y adultos y eso provoca que baje el índice de supervivencia y reproducción” de aves de hábitos acuáticos, dejando a salvo, por ahora, a las especies que no frecuentan este tipo de ecosistema. Su observación durante los trabajos de campo, fueron realizados en las épocas de primavera y verano entre 2012 y 2016. 


Pque.Nac.Lanin
“El visón se distribuye desde el centro patagónico, y fue desplazándose hacia el norte gradualmente”, aclara Girini. 

A pesar de algunos relevamientos, por ahora “es difícil estimar la cantidad de estos mamíferos presentes en el Parque Nacional Lanín, a donde llegó a mediados de la década de 1990, y en todo el territorio patagónico”, completa el biólogo. 

“Durante el estudio, trabajamos con guardaparques y biólogos del Parque Nacional”, proyecto del que, además, participaron muchos observadores aficionados de aves, conformando “un ida y vuelta entre ciencia y sociedad”, destaca el investigador. 


El visón, tiene pequeñas orejas que apenas se desprenden del contorno de su cabeza y  diminutos ojos negros que contrastan con su pelaje marrón violáceo y mide aproximadamente 60 cm. 

Originario de EEUU y Canadá, donde no  afecta al ecosistema porque convive en los bosques con sus depredadores naturales, el búho real, los halcones, el coyote, los gatos monteses y linces, los caimanes e incluso otros mustélidos. Pero en la Patagonia estas especies no están presentes. 

Debido a la calidad de su pelaje para la industria de la moda y la facilidad de su domesticación, el visón americano fue introducido en el sur argentino y en Chile en los años 30, donde se instalaron criaderos. Hacia fines de las década de 1940, escapes, liberaciones intencionales e imprudencia fueron los causantes de su dispersión en los bosques. 

Finalmente, en la década del 60 y principio de los 70 cerraron la mayoría de los criaderos, arruinados por la incursión de las pieles sintéticas. 

“Los visones no son malos, simplemente son animales que están en un lugar inadecuado. Muchas veces ser ecólogo no significa ser militante ecologista, los científicos tenemos que tomar decisiones para conservar el ecosistema y las especies nativas. Todo es culpa del ser humano, porque nosotros somos los que introdujimos estas especies y nos tenemos que hacer cargo”, explica el doctor en Ciencias Biológicas e investigador de la Administración de Parques Nacionales, Alejandro Valenzuela. 


“En 1946 emprendedores peleteros liberaron una cincuentena de castores canadienses en Tierra del Fuego, cuya caza fue prohibida durante más de tres décadas”, comenta el ecólogo chileno Ramiro Crego, estudiante de Doctorado del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de North Texas. 
Tierra del Fuego

Hay millares de castores acampando por el extremo sur de Chile y de Argentina, provocando la extinción de la diversidad biológica de la zona. 

En el caso del castor, las consecuencias de su actividad son muy visibles, pues son “ingenieros ecosistémicos capaces de modificar el entorno de una forma impactante”, advierte Crego. 

“Los castores modifican el hábitat con el objetivo de generar condiciones adecuadas para vivir. Con troncos y ramas crean en los ríos presas que generan diques donde construyen sus madrigueras”, explica el investigador de Chile. 

Existen cambios en el paisaje y también químico-físicos. La actividad del castor altera la oxigenación del agua de los ríos, y modifica la configuración de los sedimentos, lo que provoca la transformación de la comunidad de invertebrados, favoreciendo la abundancia de unas pocas especies


Tierra del Fuego
“El problema ya está extendido a toda Tierra del Fuego y la zona del archipiélago Cabo de Hornos. Actualmente (los castores) ya están subiendo por el continente y hay quien ya los ha visto cerca de Torres del Paine (Chile)”, alertó Crego. 


Tierra del Fuego
En distintas ocasiones se intentó erradicarlos, dinamitando los diques o poniendo trampas en los ríos, pero ninguno de esos intentos fructificó, pues son una especie “muy dinámica y difícil de atrapar” subrayó Crego. Asegura que se puede tardar hasta “dos semanas en cazar un castor”. 

“A largo plazo, si no se erradica la población de castores y visones, se perderán especies y se generará un ecosistema completamente distinto al nativo”, aseguró el ecólogo chileno.

UNLP - Facultad de Ciencias Naturales y Museo- Febrero de 2017-
La Tercera-diario de chile-20-1-2015