
Los seres humanos nos empeñamos en alargar la vida. Buscamos constantemente cómo vivir más tiempo. Sin duda, lo ideal es mejorar cómo se vive ese tiempo que tenemos destinado, manteniendo la vitalidad.

En la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y en conjunto con el CONICET, un grupo de científicos descubrió que la bacteria probiótica Bacillus subtilis podría retardar el envejecimiento, prolongar la vida humana y mantener la vitalidad, a través de la colonización del intestino.
Partiendo del conocimiento que se tiene sobre los probióticos, esta bacteria produce un efecto beneficioso sobre la inmunidad innata (células y mecanismos que actúan como primera línea de defensa con una respuesta inmediata, (de minutos o a lo sumo horas), pudiendo reconocer una amplia variedad de patógenos). Defienden al individuo de infecciones no específicas, brindando protección contra el desarrollo de enfermedades infecciosas, neurodegenerativas e incluso el cáncer.

El director del estudio, Roberto Grau, afirma: “Ahora comprobamos que este probiótico también es capaz de prolongar la vida. De una expectativa de vida promedio a nivel mundial de 80 años, se podría pasar a una de 120 años de forma saludable”.



Además, fueron hallados los genes para producir este efecto y la comunicación célula a célula entre la bacteria y sus predadores. “Los genes afectados están relacionados con dos procesos que regulan el envejecimiento: uno es el camino que depende de la insulina y el otro es el fenómeno de la restricción calórica”, aclara el investigador.

"De manera resumida, el proyecto consiste en clonar, expresar antígenos y/o adsorber polisacáridos antigénicos de diferentes patógenos en la superficie de la membrana de B. subtilis. Así estas esporas al germinar en las mucosas (intestinales o vaginales) expresarán y exhibirán esos antígenos de patógenos al sistema inmunológico de la persona y ésta desarrollará defensas contra ese patógeno en particular, es decir será inmune puesto que estará vacunado contra tal o cual enfermedad”, afirman desde la universidad.
Así se espera contribuir a resolver los problemas de las vacunas actuales, como son la necesidad de infraestructura básica, cadena de frío para mantener la estabilidad de la vacuna, equipamiento, (al menos agujas y jeringas), y dosis de refuerzo.
“Estos y otros contratiempos van en contra de una inmunización global y persistente contra enfermedades nuevas y re-emergentes como la tuberculosis. Las esporas probióticas podrían resolver estos problemas: no requieren refrigeración, ni pinchazos, al consumirse en el alimento (mate, café, galletitas, barras de cereal, jugos, etc.) o aplicarse en geles o pomadas nos estaríamos vacunando al mismo tiempo contra una o varias enfermedades a la vez (vacuna polivalente)” enfatiza el microbiólogo.

Existen antecedentes de que el consumo de ciertos alimentos que contienen este probiótico, tiene un efecto beneficioso en prolongar la vida.
Una de las primeras observaciones se realizó en 1903 sobre las poblaciones de Los Cáucasos. Allí la expectativa de vida era de 45 años pero había personas que vivían más de 100. Una investigación relacionó la causa al consumo de una leche fermentada.
En Japón, se consumen alimentos naturales como brote de soja fermentado con la bacteria Bacilus subtilis que se cree que causaría un efecto beneficioso. Este grupo de personas tienen índices de longevidad por sobre el promedio mundial.
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Natto- brotes de soja fementados con B.subtilis |
Los integrantes del equipo se preguntaron hace dos años y medio, al comenzar los estudios, si un probiótico podía producir un efecto extra a una persona sana, es decir si era posible retardar la muerte o alargar la vida de manera saludable, manifiesta el doctor Grau.
“Esto en humanos es muy difícil de estudiar y uno debe esperar décadas Por ejemplo, los estudios que se hacen en monos tardan 40 o 50 años para saber si hubo efectos beneficiosos. Por ello, se buscan modelos animales más sencillos de estudiar pero asemejables a lo que ocurre en un humano”, expresa el científico.

El equipo que desarrolló este trabajo está conformado por los científicos Verónica Donato, Facundo Rodríguez Ayala, Sebastián Cogliati. Carlos Bauman, Juan Gabriel Costa y Cecilia Leñini, dirigido por el investigador independiente de la Facultad de Ciencias Bioquímicas de la UNR, Roberto Grau.
UNR - Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas- Marzo de 2017
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