CUANDO EL COLOR DEFINE LO MEJOR
Un grupo de científicos de seis países, logró descifrar su genoma, y es el inicio ideal para desarrollar el conocimiento en otras hortalizas afines.
El equipo internacional en el que participó el doctor Pablo Cavagnaro, investigador adjunto del CONICET en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), secuenció el genoma de la zanahoria e identificó un gen, que interviene en la acumulación de carotenoides.
El beta caroteno forma parte de la familia de los carotenoides, pigmentos amarillos, naranjas y rojos que están presentes, en los distintos tipos de zanahorias.
Existen zanahorias amarillas, moradas, rojas y blancas, los colores dependen de la acumulación de diferentes pigmentos o, en el caso de la blanca, de ninguno.
Las más comunes son las naranjas, que deben su color al beta-caroteno, un potente antioxidante que además es precursor de la vitamina A, fundamental para la vista, la piel, los dientes y el buen funcionamiento del sistema inmune.
Los primeros registros sobre el color de la zanahoria – inicialmente amarillo y morado – datan de hace 1.100 años y son de Asia Central. En el siglo XVI aparecieron en Europa las de color naranja.
“No está claro porqué se popularizaron inicialmente las de este color, pero debe haber habido algo que llamó la atención de los productores – tal vez su inusual color – que llevó a su selección para consumo y su posterior propagación y comercialización” cuenta el investigador, y agrega que en el mundo se consumen zanahorias de diferentes colores.
“Por ejemplo, las moradas, con alto contenido de antocianos, y las amarillas, ricas en luteína, se consumen en regiones de medio oriente como Turquía, Siria, Afganistán e Irán, mientras que las zanahorias rojas, ricas en licopeno son bastante frecuentes en todo Asia, desde Pakistán hasta China”, agrega Cavagnaro.
Los pigmentos carotenoides (como alfa y betacarotenos, licopeno y luteína) como los antocianos (pigmentos no carotenoides) tienen propiedades benéficas para la salud, son antioxidantes y se demostró que tienen efectos protectores contra algunos tipos de cánceres.
El trabajo, publicado en la revista NATURE GENETICS también permitió señalar hace cuánto tiempo la zanahoria se separó evolutivamente de sus parientes, la lechuga (72 millones de años atrás) y la papa y el tomate (hace 90 millones de años).
“Inicialmente la zanahoria no era naranja como se la conoce hoy en día, sino que eran amarillas o moradas. Se sabe que hay dos genes responsables de que haya pasado de estos colores al naranja característico, y uno de ellos fue el que se identificó y analizó en este trabajo”, explica Cavagnaro, quien trabaja en la Estación Experimental Agropecuaria La Consulta, de Mendoza.
Una vez ingerido, el beta-caroteno -tras una serie de modificaciones químicas- da origen a la vitamina A, fundamental para el desarrollo y mantenimiento de la visión, de los dientes, los huesos y la piel.
Considerada como una vitamina liposoluble, es decir que se disuelve en las grasas, puede acumularse en nuestro organismo.
Su carencia puede, a largo plazo, llevar al desarrollo de ceguera nocturna reversible o daño a la córnea, entre otras condiciones.
En el mundo entre 1976 y 2013 se cuadruplicó la producción mundial de zanahoria (Daucus carota subsp. carota), según datos de FAO, y sólo en Argentina durante 2012 se cosecharon 260 mil toneladas.
“Hay que tener en cuenta que el contenido de provitamina A en las variedades de zanahorias naranja de hoy en día es, en promedio, casi un 50 por ciento más alto que en las zanahorias de hace 40 años. Esto se logró principalmente por la selección recurrente de zanahorias con intenso color naranja, ya que el contenido de provitamina A está directamente relacionado a la intensidad del color, es decir que mientras más naranjas, mayor contenido de provitamina A”, agrega el biólogo.
Según explica Cavagnaro, la secuencia del genoma de zanahoria es uno de los genomas de plantas más completos publicados hasta la fecha, en términos de cobertura y contigüidad de las secuencias.
“La secuencia del genoma contribuirá a nuestro entendimiento sobre cómo funcionan los genes y rutas metabólicas que controlan caracteres interesantes para el mejoramiento de esta hortaliza, como son la acumulación de provitamina A y otros carotenoides, la resistencia a enfermedades, el contenido de antocianos y carbohidratos, las respuestas a estreses abióticos, y procesos reproductivos como la floración y la producción de semillas, entre otros” completa el científico.
“Además, esta información va a permitir obtener variedades mejoradas de forma más rápida y eficiente, no sólo para zanahoria sino también en otras hortalizas cercanas como por ejemplo el apio, el perejil, el cilantro y el comino”, enumera Cavagnaro.
En la investigación se estudió la evolución de la zanahoria y su separación de otras especies, con las que tiempo atrás compartía ancestros comunes.
A partir de la secuenciación de su genoma y la comparación con otras trece especies, se determinó que la zanahoria divergió de las uvas hace cerca de 113 millones de años, del kiwi hace aproximadamente 101 millones, y de la papa y el tomate hace cerca de 90 millones de años. De sus parientes más cercanos, como la lechuga, se separó hace apenas 72 millones de años.
“Este trabajo fue desarrollado por un equipo internacional liderado por Philipp W. Simon, de la Universidad de Wisconsin-Madison de los Estados Unidos y participaron 21 investigadores de siete países. La secuencia del genoma está disponible para el público y pueden acceder a su información tanto organismos estatales como privados que realizan investigación básica o trabajan en mejoramiento de cultivos”, concluye Cavagnaro.
NATURE GENETICS: http://www.nature.com/ng/journal/v48/n6/full/ng.3565.html
CONICET- INTA- mayo 2016
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