jueves, 13 de julio de 2017

LLUVIA DE ESTRELLAS

LUCES EN  EL CIELO FUEGUINO 

Las “estrellas fugaces” conforman uno de los fenómenos más extraños y cautivantes del cielo nocturno. 

Sus trazas luminosas y brillantes observadas en una noche oscura y despejada nos hacen creer que caen desde el cielo. 

El radar de meteoros instalado en la Estación Astronómica de la Universidad Nacional de La Plata en Rio Grande, Tierra del Fuego (EARG),  logró observar desde 2010, cincuenta y ocho lluvias de meteoros de distintas intensidades, 34 de las cuales son nuevas, es decir, nunca fueron antes observadas. 

Una lluvia de meteoros puede ser de dos formas. Una “esporádica”, y otra “agrupada”. 

Las primeras se conocen como “atmósfera”, que es la estela de materia incandescente que deja tras de si un meteoroide al caer. También son llamados “meteoros esporádicos”. 

A las segundas, suelen llamarlas “lluvia de meteoros” o en su versión algo más incorrecta pero más común y romántica, “lluvia de estrellas”. Proceden desde un mismo punto en el cielo en noches consecutivas.  

“Los resultados obtenidos en Río Grande han sido muy promisorios; es un número de gran significación ya que la lista oficial de la Unión Astronómica Internacional reúne 112 lluvias confirmadas y otras 500, aproximadamente, en espera de confirmación”, comenta el jefe del Observatorio, José Luis Hormaechea. 

El estudio de cometas y asteroides es posible gracias a la importancia que reviste el hallazgo y la investigación de las lluvias de meteoros. 

Como son fragmentos de sus cuerpos progenitores, las partículas estudiadas ayudan a comprender su origen y evolución. 

Si las lluvias son nuevas, sirven indirectamente para analizar de donde provienen. El estudio de las lluvias es objeto de estudio y modelado permanente. 

Las nuevas lluvias descubiertas desde la EARG ya forman parte de la lista de trabajo de la Unión Astronómica Internacional (IAU) y constituyen, consecuentemente, un hallazgo científico de enorme trascendencia a nivel global. 

La Estación Astronómica Río Grande cuenta con un radar de meteoros desde 2008, que fue instalado en colaboración con instituciones del exterior. 

El instrumento registra los meteoros que ingresan a velocidades de entre 20 y 70 km/segundo, en un radio de 500 km de la ciudad de Río Grande.

Aproximadamente, quince mil detecciones por día dan idea de la cantidad de material extraterrestre que permanentemente ingresa a nuestra atmósfera. 

El radar fue complementado desde 2010, con estaciones remotas que permiten mejorar la determinación de órbitas de los meteoroides (fragmentos de cometas,  asteroides, rocas o planetas, eyectadas por impactos, o restos de la formación del sistema solar) que ingresan a la atmósfera terrestre. 

Por su alta sensibilidad y su capacidad de detección durante las 24 horas del día, permite la observación de meteoros tanto esporádicos como de lluvias, con masas tan pequeñas como de un gramo o menos. 

Son calculadas unas dos mil órbitas diarias, a partir de las detecciones comunes entre el instrumento central, situado en la Estación Astronómica y las estaciones remotas. 

Como se obtiene una gran cantidad de datos, superando los dos millones de órbitas (inédito para el Hemisferio Sur) se aplican algoritmos matemáticos para poder individualizar las lluvias de meteoros. La búsqueda manual sería poco efectiva y casi imposible de realizar. 

Río Grande está en una situación privilegiada para la investigación astronómica. En la franja de 55 grados de latitud sur, no existen continentes. Esta característica permite la formación y circulación de importantes corrientes de aire, vientos, que recorren el planeta a esta latitud. 

Gracias a los meteoros que ingresan a la atmósfera y al detector que funciona en la EARG, estos fuertes vientos a más de 80 km de altura y sus variaciones diarias y estacionales pueden ser medidos. 



Las estaciones remotas están ubicadas a 14 km al Norte de Río Grande, la primera, y a 7 km al Oeste, la segunda. 

La EARG contribuye activamente a la lista de la IAU con 34 nuevas lluvias, remarca Hormaechea.  Y agrega: “entre éstas se destacan las Octántidas, las Rho Fenícidas y las Psi Fenícidas, con duraciones de 20, 10 y 23 días respectivamente, y órbitas de gran inclinación, muy probablemente producto de actividad de cometas tipo Halley; o el complejo de ocho lluvias denominado Púpidas-Píxidas, con una duración conjunta de 40 días, órbitas de gran inclinación, 67 grados, bajas excentricidades y semieje mayor cercano a 150 millones de kilómetros, la distancia de la Tierra al Sol. Sería la contraparte austral de un complejo similar en el Hemisferio Norte, descubierto desde Canadá hace algunos años”. 

“No todas son firmes candidatas a ser confirmadas pues algunas apenas han satisfecho los criterios de búsqueda. Por ejemplo, las Beta Aquílidas, cuyo radiante está en el hemisferio norte celeste y que, extrañamente, no fue registrada por otros observatorios. Se le estimó una duración de ocho días y si se confirmara, a pesar de las dudas, su cuerpo progenitor podría ser un asteroide del grupo cercano a la Tierra. Así y todo, no deja de ser interesante”, aclara el investigador. 

Las lluvias se nombran según la constelación en la que está ubicada el radiante, por ejemplo, las Oriónidas. Adicionalmente, una letra griega indica la estrella brillante más cercana al punto desde el cual parecen surgir, como en Alpha Capricórnidas. 

En la primera semana mayo las Eta Aquáridas se hizo presente.
El cuerpo progenitor de esta lluvia es el cometa Halley, como en las Oriónidas. Ambas fueron detectadas desde Río Grande, estimándose para las Eta Aquáridas, una duración de 28 días y una velocidad típica respecto de la Tierra de 64 km/segundo. 

En el siglo XIX recién pudo establecerse que este fenómeno se producía dentro de la atmósfera, entre 80 y 110 km, pero que los meteoros provenían del espacio exterior, fuera de la Tierra. En el transcurso de ese siglo también se determinó que los meteoros de una misma lluvia compartían una órbita común y que, además, podrían estar relacionados con los cometas. 

Hacia fines del siglo XIX estaba establecido que los cuerpos progenitores de algunas lluvias de meteoros conocidas eran cometas periódicos.

Desde entonces, numerosas lluvias fueron observadas y muchos cuerpos progenitores, en general cometas, fueron relacionados con las mismas. 

El origen de las lluvias está en la continua disgregación, por diferentes mecanismos, de cometas y asteroides a medida que viajan por el sistema solar quedando, en principio, estos restos compartiendo órbita con el cuerpo progenitor. Cuando la Tierra cruza la órbita de alguno de estos cuerpos progenitores se produce una lluvia de meteoros, que puede duras horas, días o meses. 

UNLP- EARG - Julio de 2017

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