EL
ASESINO SILENCIOSO
El asbesto, conocido vulgarmente como amianto,
produce enfermedades que pueden llevar a la muerte.
Está formado por un grupo de minerales metamórficos fibrosos.
Compuesto de silicato magnésico de cadena doble, tiene fibras largas y resistentes que se pueden separar y son flexibles como para ser entrelazadas. Resiste altas temperaturas.
Tiene un altísimo poder carcinogénico y produce un tipo de cáncer llamado mesotelioma.
Científicos de Colombia, Brasil, Estados
Unidos y Argentina estudian el impacto en la salud. Analizan la peligrosidad de
estar en contacto con la fibra, el riesgo en el que viven los países donde es
legal. Explican cómo se convive con uno de los contaminantes más nocivos para
la salud si no se tiene registro del riesgo.
Mundialmente
se producen alrededor de dos millones de toneladas de asbesto. La mitad de la producción
proviene desde Rusia. En más de cincuenta países ya fue prohibido, Argentina es
uno de ellos. En muchos otros sigue siendo legal, entre ellos China, la India y
Brasil, que consumen el sesenta por ciento de la producción total.
La
Organización Mundial de la Salud estima que mueren 107.000 personas cada año,
por enfermedades vinculadas al amianto. Las más comunes son las verrugas, y
diferentes tipos de cánceres como el de esófago, el de estómago, el de colon,
el de laringe, el de riñón y el de ovario; así como el mesotelioma.
Un estudio
realizado por la Academia de Ciencia de Nueva York asegura que “si las personas que están expuestas al
asbesto además son fumadoras, en el 53,2% de los casos será el causal de
muerte”.
Realizar trabajos en la extracción minera, en productos
manufacturados que contengan amianto, en cualquier rama de la industria de la
construcción, en la construcción naval, en la reparación de buques, en el
mantenimiento de edificios, de refinerías o de plantas químicas; en la producción
de energía y sus servicios o en los ferrocarriles produce un riesgo
significativo para la salud.
Pero también están en riesgo quienes no tienen –o
creen no tener– contacto directo con el amianto, porque en cualquier casa
pueden entrar productos que lo contengan: macetas de fibrocemento, tanques de agua, cañerías, depósitos de basura, demoliciones de
edificios cercanas o en el transporte, también,
se puede tomar contacto con las fibras.
“Uno
de los principales motivos por los que empezó a usarse amianto en las
construcciones fue para que resistieran al fuego; en Estados Unidos en 1970 más
de la mitad de los grandes edificios de varios pisos contenían el material”,
afirma Arthur Frank investigador
invitado por el Instituto de Salud Colectiva, de la Escuela de Salud Pública en
la Universidad de Drexel, en EEUU, quien investiga desde hace más de cuatro
décadas el tema. En el país del norte el asbesto/amianto no está prohibido.
El
día del atentado a las torres gemelas, además de las vidas perdidas en forma
directa, los rescatistas y todas las personas que estaban alrededor de las dos torres
destruidas inhalaron el polvillo con amianto que quedó suspendido en el aire.
También el que se depositó sobre pisos, muebles o artefactos; y quienes
limpiaron esos restos también aspiraron partículas nocivas para la salud.
Se
usó el asbesto para fabricar filtros de cigarrillos de la marca “Kent”, entre
1952 y 1956. En los envases o las tapas de vacunas y antibióticos (y hasta los filtros
para elaborar la Coca-Cola).
“Ninguna
máscara ni ninguna ropa son suficientes para evitar que una persona que trabaje
o esté en contacto con asbesto quede totalmente protegida”, aseguró Juan
Pablo Ramos-Bonilla, investigador de la Universidad de Los Andes en Colombia. El
investigador colombiano permanece en contacto con trabajadores expuestos al
amianto. Colombia es uno de los países en donde el uso es legal, no está
regulado por ley y, por lo tanto, hay una gran presencia de la sustancia.
En
Colombia se usa la palabra ‘crisotilo’
y así etiquetan a todos los productos que contienen asbesto. Entonces, los
trabajadores, saben la peligrosidad del asbesto pero no del crisotilo y eso
confunde mucho. Casi no se conoce casi la palabra amianto.
Los cinco
investigadores coincidieron en que “la
mejor prevención es prohibir el uso del amianto”.
Brasil, el gigante
sudamericano es el quinto productor de amianto en el mundo, con 250 mil
toneladas por año. Por esto, y al ser uno de los grandes consumidores, millones
de personas están expuestas en el ambiente y en el trabajo.
“Una de las enfermedades más graves que
ocasiona el polvo de amianto es el cáncer de pulmón. En Brasil hay un gran lobby
empresarial para que la extracción y el uso del amianto siga siendo legal.
Entre los fundamentos que usa el empresariado, asegura que el crisotilo brasileño es seguro, no causa problemas de salud y que,
además, no hay casos de ERA –enfermedades relacionadas al asbesto– reportadas
en trabajadores después de 1980, cuando introdujeron cambios para la protección”, afirma Vilma Sousa Santana,
del Instituto de Salud Colectiva de la
Universidad Federal de la Bahía, en Brasil.
Además, el país expone “un falso registro de las enfermedades y
sobre el índice de mortalidad que produce”, afirmó Vilma Sousa Santana,
quien lidera el equipo de investigación junto a Eduardo Alegranti.
Organismos
internacionales como la Agencia Internacional para la investigación del cáncer
considera al amianto una sustancia comprobadamente cancerígena.
La Organización
Mundial de la Salud establece que la aparición de los efectos crónicos por
exposición al amianto es independiente de la dosis de exposición. Por lo tanto,
es imposible establecer niveles seguros.
La Organización Internacional del
Trabajo recomendó que siempre que sea posible el amianto debe sustituirse por
productos o tecnologías menos nocivas.
La Unión Europea determinó la
prohibición del asbesto crisotilo, medida que en muchos países miembros ya
estaba concretada.
La mesotelioma es una enfermedad que aún no tiene cura
y que se desarrolla por la exposición al amianto. Argentina es uno de los 52
países que lo prohibió.
Muchos trabajadores y ciudadanos están expuestos a esta
fibra natural. Así como pasó con las torres gemelas, en Argentina, en el
atentado a la AMIA hubo una gran cantidad de desprendimiento de partículas de
amianto que afectaron de manera directa e indirecta a quienes estaban,
trabajaban o vivían en las inmediaciones de la calle Pasteur, en el barrio de
Once.
“Hay un subregistro de estas
enfermedades, por lo tanto no tenemos un registro real de los casos”,
afirma Rita Zurbriggen, médica especializada en el sistema respiratorio e
investigadora en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario,
trabaja hace más de veinte años con personas que contrajeron la enfermedad. Una
de las entidades con las que interactúa es la Asociación Argentina de Medicina
Respiratoria.
Cuenta la doctora
Zurbiggen: “Una enfermera de la ciudad de
Rosario pasaba a diario para entrar a su trabajo bajo el techo de unas cocheras
que tenían amianto. Durante veinte años hizo el mismo recorrido, finalmente se
enfermó por exposición ambiental”.
Y agrega: “Otro caso es el de un trabajador que realizaba sus tareas con altas
temperaturas, usaba delantal y guantes de amianto, en ciertas ocasiones comia
con sus compañeros sobre una plancha de amianto. Diez años de exposición le
bastaron para alcanzar la enfermedad, a los 43 años de edad. Siete años después
falleció”.
“Como el amianto tiene utilidad doméstica, tenemos casos de gente
joven que contrajo mesoteliomas”, completa Zurbriggen.
Las personas
expuestas luego del atentado de la AMIA, están siendo estudiadas en Ciudad Universitaria.
Universidad Nacional de Lanús
- Departamento de Salud Comunitaria-Dic. 2016
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